jueves, 23 de julio de 2009

Un martinete a la desenmascarada lucha mexicana

“El Santo, el Cavernario, Blue Demon y El Bulldog”
La Sonora Dinamita


Porque el destino no perdona ni a la corrupción ni a la mediocridad, la lucha libre mexicana, que tuvo todo para conquistar los escenarios mundiales, ahora agoniza; tiene las cervicales destrozadas y la vertebral encorvada después de un certero martinete que le aplicaron los monstruosos consorcios norteamericanos que se burlan, se ríen, de promotores y fanáticos mexicanos a los que sólo nos queda ver en la lona a uno de los productos deportivos que mayor identidad le han dado al país.
En la memoria del Santo, de Blue Demon, del Solitario y de cientos de luchadores que ahora retirados están impotentes a la permisividad de promotores mexicanos, que parece están de acuerdo en que la lucha libre mexicana quede entre las cuerdas, ante un brutal espectáculo luchístico norteamericano que avasalla y le arrebata los espacios a una flacucha y debilitada lucha nacional que se quedará con los escenarios tradicionales, pero no los estelares, por la falta de planeación, organización, pero sobre todo de ambición.
Para muestra de la aceptación de la WWE (World Wrestling Entertainment) en México, sólo basta ver foros de discusión abierta en páginas de internet como la de Televisa Deportes, donde los comentarios dirigidos para este campeonato sobre pasan en más de un 1000 por ciento a los que se escriben para la lucha mexicana como la AAA y la tradicional liga del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), espectáculos que tiempo atrás no sólo fueron una forma de entretenimiento y deporte, sino forjadoras de leyendas y conceptualizó a una cultura nacional.
La falta de habilidad, convicción y deseos para invertir y promover la lucha nacional, en el mismo país y en el extranjero, han sido la principal causa de que los televidentes mexicanos prefieran otros productos deportivos internacionales ante la carencia de creatividad que motive la creación de íconos deportivos, ídolos, y a la par una industria del deporte sólida.
La falta marketing, la insuficiencia de historias en el interior de la lucha mexicana, han dado pie a la debacle de un espectáculo que perdió credibilidad y se disipó entre la vulgaridad y la falta de calidad.
Lo que anteriormente era considerado como el segundo deporte más popular en México perdió terreno, lo perdió ante una industria gringa que sabe cómo armar escenarios, historias y cómo llegar a los espectadores.
Hay varias razones para que espectáculos como el de la WWE sean exitosos en otros países; la primera, sin duda, es el potencial económico, pero más allá del dinero, influye el talento de dar apertura a la diversidad, a la pluriculturalidad, que han sido factores que intervienen para el éxito de la expansión de la lucha americana en un mundo globalizado. En México, cada fin de semana se presumía de un campeón mundial, un campeón de oriente, que obtenía triunfos en México, contra luchadores mexicanos.
Como ejemplo del triunfo de la WWE en México, que ya logró ingresar a canales de televisión abierta y cuenta con un alto rating en el país, principalmente entre adolescentes y niños, la manera en que creó la concepción de un Rey Misterio que triunfa como representante hispano de los enmascarados mexicanos; el hasta hace poco nuevo ídolo de la lucha libre mexicana ahora triunfa en EUA a conveniencia de los deseos de empresarios que desean devorarse un mercado, y que supieron llegarle a un público mexicano y latino que anhela héroes, ídolos, ya sea en casa, o de preferencia en casa ajena.
Pero, ¿por que escribir de lucha libre en una página de futbol?; ¡ah!, por una sencilla razón, porque al futbol mexicano puede ocurrirle lo mismo. ¿O a poco el futbol mexicano no está retacado de corrupción y mediocridad?
Escrito por: Carlos Alberto Pérez Aguilar

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martes, 26 de mayo de 2009

Carta en msn escrita para tí

Por Carlos Alberto Pérez Aguilar
(Texto corregido y aumentado del original)

Catzum: Ahora como médico: sólo emergencias dijo (12:27 a.m.):
*Una y otra vez pienso que el tiempo armará cada pieza de mi vida y pondrá las cosas en el lugar donde deben estar. Sé que el tiempo, o el destino (no sé si sea la misma cosa), dictará una misión en mi existencia como si fuera yo un soldado a la espera de emprender la gran batalla.

Catzum: Ahora como médico: sólo emergencias dijo (12:28 a.m.):
*Me imagino dibujado en una pieza de cartón dividida en más de 1000 partes. Pienso que ese retrato está compuesto por una serie de elementos que describen precisamente lo que soy; ahora, si me preguntas ¿qué soy?, sinceramente no te podría responder, no te tendría respuesta alguna, ahora sólo sé que me siento satisfecho con lo que hago y eso, creo yo, me hace feliz.

Catzum: Ahora como médico: sólo emergencias dijo (12:30 a.m.):
*Una y otra vez le he dado vuetas a mis pensamientos, lo hago como si tratara de hacer un licuado de sueños y recuerdos, como si éstos fueran frutas tropicales: ni dulces, ni amargas; el licuado lo serviría, ténlo por seguro, en un vaso de cristal para ratificar que ambos pudieron combinarse y dieron como resultado la más sabrosa de las malteadas; te digo algo, me gustaría compartirla contigo, tú decidirás si sorbes del mismo popote o de otro... de cualquier modo te sonreiría y aprovecharía la cercanía para mirarte a los ojos.

Catzum: Ahora como médico: sólo emergencias dijo (12:33 a.m.):
*Bueno, continúo trabajando, quiero volver pronto a casa. Necesito de Colima, de la compañía de seres maravillosos, especialmente de tí, pero también necesito de la soledad de mi hogar, necesito de mi habitación, de mi cama vieja, de la serenidad que inspira mi sala y del polvo que cada noche me espera en el comedor.

Catzum: Ahora como médico: sólo emergencias dijo (12:35 a.m.):
*No quise entretenerte, sólo quería escribir aunque fuera un poco. Quise separarme un poco de la tensión y regalarte muchas palabras, muchas oraciones y varias ideas para que las encuentres cuando te conectes. Gracias por existir, siempre he creído que eres fantástica.

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jueves, 12 de marzo de 2009

Lengua Náhuatl en Colima, al borde de la extinción

Lengua Náhuatl en Colima, al borde de la extinción11.Marzo.2009
Por malas decisiones del pasado, y por falta de voluntad del presente, el náhuatl, la lengua de autóctona de los indígenas colimenses está al borde de la extinción; por ahora sólo dos personas originarias de la comunidad de Suchitlán, en Comala lo hablan y por el momento no hay quien quiera enseñarla, pero tampoco hay niño, adolescente o joven que desee aprenderla, aseguró en entrevista con MILENIO Colima y ENFOQUE noticias Carlos Guzmán Teodoro, representante estatal ante la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

Después de esto, y ante la incertidumbre del futuro poco promisorio de la preservación de la lengua indígena en Colima, Guzmán Teodoro dijo que hay población flotante de “migrantes” indígenas de otros estados, pero que nativos de Colima sólo quedan dos personas originarias de la entidad que saben el habla, y lamentó, que hasta el momento las autoridades no se preocupen por resolver un problema ocasionado por gobiernos de la mitad del siglo pasado.

“Los muchachos ya no quieren aprender, no les interesa, pero tampoco hay quien trate de enseñarnos. Las dos personas de Suchitlán ya son de edad avanzada, más de 80 años cada uno, y en realidad tienen poca disponibilidad para enseñar, más bien ya casi no quieren hablar nada en Náhuatl con uno” comentó el representante de las comunidades indígenas de Colima, con tono de resignación ante la futura desaparición de la única lengua autóctona que existe en la entidad.

Como uno de los planteamientos del CDI a nivel local y nacional para el rescate de las lenguas indígenas, dijo, se propuso a la Secretaría de Educación Pública que en todas las comunidades donde se utilizaba una “lengua materna” se incluyera en el programa educativo alguna materia para fomentar el uso de lenguas autóctonas en nivel primaria o secundaria, propuesta que dijo está en análisis pero que no se ha resuelto.

Finalmente expuso que el problema que incitó la desaparición del náhuatl en Colima, fue que los gobiernos de la mitad del siglo pasado encerraban a los indígenas en las cárceles o les impedían estar en la ciudad con indumentaria tradicional, represión que al final provocó el temor y la desilusión de los nativos por sus raíces

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domingo, 22 de febrero de 2009

Armarios, cajones y trapos viejos

Por Carlos Alberto Pérez Aguilar


Me despierto todas las mañanas y veo a un lado de mí, justo enfrente de una lámpara robada a mi madre las fotografías de mi familia. Abrazados, sonriendo, brindando por Navidad o por año nuevo, quizás un cumpleaños, irónicamente no recuerdo la fecha, solo sé que festejamos algo.

Detrás de las fotos varias postales de distintos lugares, un conejo de peluche, un libro regalado y más fotos que permanecen allí, con distintos rostros, cuerpos, distintas etapas.Me levanto después de apagar el despertador que ha resistido a mis corajes de madrugada, de tarde cuando el calor no permite dormir, aquel que se empeña en contar los minutos que pasan y que no regresan. Siento que mi despertador se ríe de mí cuando no lo escucho y se me hace tarde por quedarme dormido, cinco años de contarme el tiempo de conocer mis más profanas noches y he notado que muchas veces se empeña en mover sus manecillas lentamente tan sólo para perpetuar mis angustias.

Cuando estoy contento se apresura, creo que en esos momentos también se burla y desahoga el coraje después de que mis golpes le han amputado, las patitas, una perilla y el segundero. Después de apagarlo busco en el armario la ropa que me pondré, no hay modas, siempre ha sido igual y más de seis camisas se parecen, los pantalones son iguales. Camisas cuadradas, lisas y playeras deportivas; cinturón café con botines cafés, de preferencia jeans azules… con todo quedan. ¿Por qué ayer que compré ropa no compré algo diferente? Me justifico en la costumbre, en la comodidad, tengo tanta ropa que ya no uso pero que no puedo tirar. Recuerdos, más recuerdos. Hay unas que ya no me quedan, hay otras que me gustan pero que nunca me pondré, mi armario es un desorden, quien entienda de psicología me puede explicar por qué.

De entre la ropa aparecen dos guitarras todos los días, una eléctrica y una acústica, hace más de tres años que no toco. No tienen cuerdas pero todos los días aseguro que en la tarde le pondré las cuerdas que le faltan. Por el momento creo que son adornos y que alguien preguntará ¿tocas?, nadie lo ha hecho hasta el momento.

De uno de los cajones, al abrirlo saltan mis calcetines, calzoncillos, boxers y algunas medias que no recuerdo de quién son, una pequeña toalla que debo devolver y otra que todavía tiene arena de un buen día que pasé en la playa. Recuerdos, más recuerdos. Cuántas veces me he preguntado de quién es la dona para cabello que no hace juego en este espacio, cuántas veces me he preguntado por qué en este cajón conservo algunos envases vacíos de perfume, si llevo más de cuatro años usando el mismo, CK one.

Recuerdos más recuerdos, entro al baño, el gas se acabó, lo frío del agua hace que se me olviden los recuerdos de todas las mañanas. Salgo y al entrar veo la computadora y algunos libros sucios, todavía conservo algunos cuadernos de la primaria y los planos de lo que aseguraba sería mi casa, la maqueta se deshizo con los rayos del sol que casi todo el día entran por que no he puesto cortinas en mi cuarto, de aquel plano del puente que comunicaría el centro de Manzanillo con Las Hadas, atravesando el mar, para evitar quince kilómetros de trayecto, está ahora roto, un proyecto del pasado que se ha perdido.

Pero viejas cartas escritas por novias del pasado y amigas siguen allí, junto a unos recortes de periódico de cuando jugaba basketbol. A un lado, dos filas de periódicos que conservo como constancia de los trabajos que he publicado… me río un poco porque sé que El Comentario está ahora en Internet y no me imagino llegar a alguna redacción cuando pida trabajo con los periódicos enteros para cuando me pregunten “¿Qué has publicado?” aunque confieso que ya lo hice.

Recuerdos más recuerdos, al cerrar la puerta de mi habitación quedarán allí, para mañana, para pasado. Mi reloj sé que es fiel y se ha aferrado por la costumbre, mis ropas cambiarán, quizás pero siempre preferiré las camisas azules y los pantalones de mezclilla. La toalla tendrá que esperar a regresar con su dueño y la arena en el cajón permanecerá allí por unos años más, puede que la confunda con polilla pero me traerá recuerdos, las fotos las ocultaré por días, luego las devolveré a su lugar, mi buró.

Los periódicos, las guitarras y los planos siempre me recordarán qué es lo que he hecho y lo que he dejado de hacer… Así es esto de los recuerdos y por mucho que trate de hacer limpieza… sé que seguirá algo allí que me haga recordar lo que soy, puede que el mismo hecho de limpiar el cuarto me recuerde algo… o a alguien.

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La silueta del abuelo

Por Carlos Alberto Pérez Aguilar

Escribo una vez más, sin conciencia de lo que hago, escribir para desahogarme... por terapia, con afán de qué, para qué… no sé, ¿para curar el estrés? Cuando todo parece que está bien, siempre hay algo que hace que las cosas cambien de color, que cubre esa “estabilidad” con una cortina gris que no deja pasar el sol, la luz. No sé si los agujeritos que dejan pasar diminutas luces sean una esperanza. Mis miedos aparecen retratados en la ventana, ¿es la silueta del rostro de mi abuelo? O de alguna persona de la tercera edad, siempre aparece cuando me siento así, acaso dirá “qué poco aguantas” mientras se recoge el sombrero…

Estoy irónicamente contento, irónicamente, porque no lo estoy, pero sonrío. El viejo que aparece en la ventana me habla, pero después, cuando le pido una respuesta, se va. Hace frío en la habitación, colgar una bolsa de hielo del ventilador ha funcionado.

Extraño a Gus, mi perro hippie que murió hace un año. Mis amigos no están, seguramente duermen o escriben algún capítulo de la tesis, cosa que me encuentro haciendo. Pero quince minutos de descanso y de replantear muchas cosas, sé que no hacen mal a nadie, minutos que no están en la agenda pero sí que sirven como aliciente para seguir trabajando o para definir perspectivas de a dónde quiero llegar.

Una llamada… ¿quién será?, ¿un ángel?… sí, lo es. Cuelgo, otra más, otro ángel, ¿un mensaje?… ¿presienten algo? Están allí… los que se burlan de la borrachera de la semana pasada, los que como yo comparten tiempo para bromear un poco y decir… “wey, no he acabado esto, ¿no tienes algún antidepresivo? Jajaja”, “niño, feliz día retrasado, ¿qué tal la tesis?”. “Oye, me debes 300 pesos desde hace un año, te voy a cobrar intereses”. No tengo antidepresivos. No soy un niño, por desgracia. No tengo dinero y los cigarros se han terminado, el café está amargo y frío, y el Red Bull me ha vuelto loco, la silla la rompí, no he terminado el reportaje para el sábado… y… ¿la cámara?, ¿dónde la dejé? Un policía me detuvo por sospechoso, dos perros me persiguieron, las llaves las extravié y esa foto que puse la semana pasada en mi buró ya la tengo que ocultar.

Nicotina, pan, café y agua, silencio, miedo y frío. Cenizas, envases vacíos y boronas de pan, una taza sucia… hay que quitar la cortina. No es un mal día, es un día en el que hay mucho que hacer, debería preocuparme si no tuviera responsabilidades, gente que confía en mí y el compromiso de cumplir un sueño, tal como lo diría mi abuelo que aparece una vez más en la ventana, para decir adiós.

Todo tiene un inicio y un fin. Aprendí. Lo único que espero es dejar algo importante y que mi presencia no haya sido en vano, yo aprendí. La tesis la empecé… ahora la termino. Esta columna empezó, y ahora… adiós, hasta la próxima semana

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El vuelo del águila

Carlos Alberto Pérez Aguilar

Le vendo un zarape. Un zarape de color rosa mexicano con encajes verdes, azules y blancos; en su centro tiene la imagen tejida del calendario azteca y debajo con letras blancas la palabra “México”. Lo vendo en 50 pesos, el único inconveniente es que en la etiqueta viene impreso “Made in China”; pero son “pequeñeses”, es un “detallito” y nada más… pero eso sí, es más barato que los hechos en México.
En estos momentos la etiqueta del águila en la que debajo se plasma la garantía, que dice: Hecho en México, parece se está devaluando; y esa impresionante, agresiva y depredadora águila se ha transformado en un pequeño pollito come gusanos y que espera que la mamá gallina le de comer.
No discuto la calidad del producto mexicano, porque sin duda a nivel mundial son más ricos los tacos de carne asada de la esquina que los tacos “bell”, es más rica la cerveza mexicana que cualquier otra en el mundo (compitiendo al tú por tú con la alemana), el tequila nacional que el tequila chino (por que aunque no lo crea, ya hay tequila chino) sin detenernos para hablar de los juguetes, de los sombreros de charro, del maíz, de la carne, de los helados y así una infinita lista de cosas buenas, bonitas pero no tan baratas que hay en este país. Lo que discuto es la capacidad de comercialización y la decaída del precio de los productos mexicanos en el extranjero, que se llevan lo bueno para dejar en el país lo “no tan peor” o muy en las buenas lo que “pasa”. El mayor problema de esto es que afuera lo venden más barato. Y si llegan a ser caros los productos mexicanos en el extranjero, son por los aranceles de exportación y no porque de aquí se venda caro para allá.
¿Qué es lo que está pasando en este país?... Realmente es difícil entender muchas cosas cuando el dinero en la cartera no rinde. Pero deberíamos aprender del narcotráfico algo muy importante. ¡Sí!, que “lo bueno”, “lo puro” y lo “natural” (según consumidores) se queda en México y que la producción en masa sale al extranjero pero diluida con químicos después de haber pasado por laboratorios, e inmensas empresas dedicadas al tráfico de drogas, que consiguen que “en el otro lado” se vendan a un buen precio para los norteamericanos, lo cual provoca que el negocio sea rentable (y con esto no estoy diciendo que el negocio sea bueno o positivo para la nación, pero sí reconozco que usan una muy buena estrategia de mercado, la cual ha posicionado a la mota, a la cocaína, los ácidos, éxtasis, crack, entre otras drogas como de las mejores del mundo, si no me creen pregúntenselo a los spring breackers, a los pachecos y a los grifos).
Lo anterior es muy parecido a lo que hacen los chinos; traen cosas de mala calidad a “buen precio” y que se venden como pan caliente (sea la chingadera que sea). Lo invito a trabajar de estibador y acomodar cajas en el Puerto de Manzanillo para que se dé cuenta de qué cosas llegan. Desde vaquitas de plástico que al apachurrarse se hacen popó, pulseritas de colores, zapatos de plástico, calculadoras de hule, zarapes aztecas, sopitos refrigerados, pozole y hasta tamales… bueno un montón de cosas. Y saben qué es lo que se llevan… Cemento mexicano, acero y materia prima; ¡pues claro!, claro está que no van arriesgar sus vidas al construir con cemento y estructuras “made in china”.
De manera utópica lo digo… deberíamos preocuparnos en producir para nosotros mismos, que la gente coma bien, estudie y se erradiqué la idea que en México se aprende para ser empleado, para ser jornalero… Y después de haber ganado esas batallas sin duda el águila dejará de ser come gusanos y buscará ser depredadora de nueva cuenta, pero eso sí… si pasa eso, no sólo habrá “unos cuantos” que manejen la economía y se vean beneficiados por las exportaciones, sino un chingo de cabrones, que permitan que México deje ser un país de “tercer mundo” y se convierta en un “México de primer mundo”… ¿Qué faltan? ¡Ganas!... ¡no!, yo creo que falta una nueva cultura, una nueva idea de lo que es INVERSIÓN.

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Más allá de los telones

Cristian es un gran artista, de los mejores que hay. Domina la actuación, el canto y la danza, realmente como él había pocos que demostraran tanta entereza en el escenario, que lo robara con su simple presencia y que las luces no sirvieran más que de adorno, ya que brillaba con luz propia.
Un día, después de haber terminado una actuación, fue aplaudido y reconocido como nunca; esa noche el público se puso de pie, después de su demostración tomada por perfecta, artistas, críticos y amigos lo felicitaron diciéndole que como él no había nadie más, que era el mejor y que podría conseguir lo que quisiera si continuaba en el mundo del teatro y de la danza.
Al recibir las felicitaciones, Cristian notó que el teatro estaba lleno de compañeros, de profesores y amigos suyos, desconocía a muy poca gente que estaba presente en la función y distinguió por primera vez que siempre eran las mismas personas las que asistían a ese tipo de eventos culturales.

Regresó a su camerino después de recibir halagos. Mientras se vestía, se miró en el espejo y se preguntó así mismo ¿qué es lo que quiero?, ¿Qué es lo que puedo conseguir en esto que amo tanto, pero si siempre actúo para las mismas personas?, se sintió vacío y por un momento reflexionó qué era lo que quería exponer en sus obras, en sus monólogos, en su coreografías, se preocupó y se sintió envuelto en un pequeño mundo de 200 personas a las que siempre ha considerado criticas dentro del mundo de las artes escénicas, pero que ahora para él era un mundo muy chico y su opinión no significaba tal vez lo que siempre había pensado.

Los minutos pasaron en el camerino y al vestirse y regresar a su papel de Cristian, el ser humano, no el actor, caminó al escenario por debajo de los telones, al rebasarlos se paró frente a las tribunas y después se sentó en el filo del escenario. Se imaginó el teatro lleno de gente desconocida, de personas que nunca antes había visto, le agradó la idea de ver niños corriendo por los pasillos, señores bostezando y mujeres callando a sus chiquillos, de poner en esas filas a las personas que nunca habían asistido a un teatro, a las que sus amigos llamaban de incultos, aquéllos que prefieren ver telenovelas y que no les llama la atención su trabajo, porque lo consideran aburrido.
Ocasionalmente, mientras estaba sentado sonreía al visualizar todas las imágenes a las que no estaba acostumbrado en sus funciones y se preguntó ¿entenderían lo que les quiero decir? ¿Cómo hacer para que lo que quiero expresar llegue a ellos? ¿De qué sirve si hago una obra teatral, un baile, un discurso acerca de la libertad, si se los presentó a gente que ya sabe eso y que son políticos, profesores, estudiantes, artistas o empresarios? ¿Qué es lo que busco? si la gente, toda la gente viera mi trabajo ¿lo entendería?, se quedó callado, pensando en respuestas e imaginando teatro, teatro, danza, pintura en las calles, en las escuelas, en los jardines, no sólo en talleres y museos.
Se sintió peor, al recordar que ha representado el papel de un mecánico, un lavacoches, un tubero, un zapatero, un travestí, un payaso, un campesino. ¿Cómo se atreven a decir que son incultos, si son ellos los que hacen la cultura, los que transforman el mundo, los que apenas les alcanza para algún lujo y nosotros simplemente nos robamos sus vidas?, ¿cómo puedo pedir que vengan y llenen el teatro si el boleto cuesta 200 pesos? ¿Cómo es posible que esto que hacemos se le llame arte, si sólo es estética y un punto de reunión para los que tienen? ¿Cómo hacer que entiendan el mensaje aquellos, que ya lo saben, pero que se niegan a abrir los ojos?, ¿Son ellos para los que debo trabajar?. Se levantó, salió por la puerta trasera y dejó plantados esa noche a los que llenaron el teatro y lo esperaban en el brindis

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Cuando pase el temblor

Por Carlos Alberto Pérez Aguilar

Cuando pase el temblor… olvidaré todo aquello que creí más importante que mi vida y la de mis seres queridos, correré para socorrer a mi familia y mis amigos más cercanos. Todos haremos lo mismo… cuado pase el temblor. Olvidaré disputas, revanchas y dejaré de lado la vanidad al pasar entre la histeria, la soledad y la resignación.

Cuando pase el temblor… recordaré el “no grito, no corro, no empujo” será tarde, por que al girar la mirada, para ver atrás, en los pasillos, en las escaleras, veré mujeres, hombres y niños tirados en el piso, después de la prisa de salvarse y que quedaron en el camino por personas como yo, que olvidaron esa regla que en teoría decía conocer y prometí no olvidar. El cargo de conciencia me hará regresar para ayudar aquéllos que yo mismo pude haber tirado.

Cuando pase el temblor revisaré mi casa, si permanece de pie, ayudaré aquéllos que no tienen nada, si no, comenzaré a rescatar lo poco que me quedó; me encontraré con fotografías que me causen dolor al ver caído lo que por tanto tiempo había construido.

Cuando pase el temblor habrá prensa, investigadores y funcionarios públicos por todas partes, principalmente fuera de los hogares más dañados. Buscarán tragedias principalmente. Los primeros, contarán las historias más tristes, después respuestas de los políticos, científicos y de la gente que se queja; encenderán las cámaras y dejarán a un lado la privacidad. Los segundos contarán el número de las réplicas, buscarán el epicentro, el hipocentro y qué cosas fueron las que causaron el daño o buscarán las reacciones de la gente como unos conejillos de indias, para una investigación. Los terceros… prometerán, como siempre. Esta vez al verse incapaces de dar respuesta a tanta gente pidiendo ayuda.

Cuando pase el temblor… no querré estar en mi casa que creí segura por mucho tiempo, veré cuarteaduras en la pared, cristales en el piso y mis vienes derribados y con mucha fe, (como nunca o hasta el temblor anterior) voltearé la mirada al cielo y pediré piedad.

Cuando pase el temblor… no sintonizaré la radio para escuchar música, la tele para divertirme y pediré información. Escucharé por todos lados, en la calle, las voces cortadas de la gente por las lágrimas o el miedo y que dirán quizás a gritos: “todos somos iguales”, “no le podremos ganar nunca a la fuerza de la naturaleza”, “es un castigo divino”, “no somos nada”, “por qué a mí, por qué” y dormiré arrullado por los rezos. Si no duermo… contestaré llamadas telefónicas de personas que tardaron horas en comunicarse para preguntar ¿Estás bien, tu familia?, después de horas con las líneas saturadas, por llamadas de gente que preguntó lo mismo.

Un día después, al pasar la noche en vela con temor de las réplicas y sentado en una banca o acostado en el pasto de algún jardín; veré los periódicos y en ellos después de la cabeza principal que dirá “Ayer, terremoto en Colima” leeré “Reinó la solidaridad”, “Gobernador resolverá problemas a damnificados”… “Cerca de (tantos) números de muertos” y “(tantas) casas destruidas”.

Un día después, habrá poca ayuda y muchas demandas. Los que ayudarán serán los vecinos, los amigos… porque a las personas que se les paga para eso son muy pocas. Comenzará el caos al momento que mucha gente comienza a buscar ayuda de alguien, cuando la disponibilidad y el recurso se empiezan agotar. Muchos se resignarán a comenzar de ceros. Todos los sobrevivientes, sin importar estatus social, agradeceremos de estar vivos y nos presentaremos al trabajo mientras se tachan muchas casas para ser demolidas. Otros, los que perdieron todo, verán con sus ojos como su casa será marcada con cal para ser destruidas. Los peritos revisarán casas a partir de ese día, hasta poco más del mes, habrá que tirar muchas y otras que repararlas, hay quién nunca lo hará, por que no tiene con qué hacerlo.

Al mes, se contarán anécdotas que serán recientes, será la platica de cada día, pero así…. poco a poco se perderá el miedo, mientras, se seguirán viendo en las calles escombros, en los periódicos noticias y gente en albergues.

Seis meses, seis meses después, se mostrará interés por la prevención, en las escuelas, en el trabajo, en las casas habrá simulacros. Muchos lotes serán baldíos y se convertirán en estacionamientos o se levantarán para hacer comercios, pero quizás nadie vuelva a vivir en esos lugares caídos. Se comenzarán a presentar videos, libros, fotografías… pero no más peritos en la casas para revisar si se cumplieron las indicaciones establecidas seis meses atrás.

Al año, el temblor se conmemorará como una fecha histórica, pero el ritmo de vida seguirá, ahora será una plática, sólo una plática en la que habrá recuerdos, pero más temas de que preocuparse. “La vida sigue” será la palabra favorita de todos, mientras muchos más llegan a vivir por que creen que esto es un “paraíso”.

A cuatro años… A cuatro años todo perece ser normal… muy normal, ¡como hasta antes del temblor! Hay lotes aún con escombros, casas cuarteadas, familias en pequeños cuartitos, ya adaptados a su nueva vida después de aquél tormentoso día 21 de enero del 2003. Ahora, más desarrollo, más gente, más casas, y todos en la espera del día de mañana o de un futuro… el sueño de un futuro mejor en el que es inevitable temblará… Tú, ¿estás preparado?, yo no

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jueves, 8 de enero de 2009

Los parientes que nosotros mismos corremos

Carlos Alberto Pérez Aguilar

Y del otro lado de la frontera están los parientes que nosotros mismos corremos; parientes tan cercanos como primos, tíos, hermanos y amigos tan cercanos que al despedirlos la similitud en la sangre sale sobrando.
Se fueron ellos por no soportar la miseria y los males que nosotros mismos hemos creado cuando permitimos que en nuestro país exista corrupción, inseguridad y pobreza; allá están ellos, esos hombres y mujeres que sueñan con ser norteamericanos, que deciden cambiar de nacionalidad por cuenta propia, porque aquí en México no se les da oportunidad de nada, pero que al final, más que muchos mexicanos que aún vivimos en nuestro país, recuerdan sus raíces y llevan nuestras costumbres a un lugar donde el color y el idioma los hacen diferentes, y la mayoría de las veces esclavos de aquellos que quieren mano de obra a bajo costo.
¿Por qué se van?: lo sabemos y parece no importarnos; ¿por qué no se quedan?: ¡para qué!, aquí el tiempo pasa lento, y al final, la vida no cambia.
Conozco a mujeres y hombres de un pueblo, que desconocen lo que hay detrás de un cerro. Que creen que lo que aparece en la televisión es ciencia ficción, que no se preocupan por cremas para la piel, ni en dentistas, mucho menos piensa en cirujanos, que desconocen de impermeabilizantes, pues en sus hogares apenas hay techos.
Se van ellos a espaldas de burócratas que tienen la posibilidad de planear vacaciones, de políticos que se pasean con su egos y con su sueldo de dinero que no les pertenece, que se marchan ante la mira de empresarios “exitosos” que les ofrecen nada a cambio de una vida, a cambio de trabajo y que tienen la gracia de poder decir: “lo tomas o lo dejas”, cuando le ofrecen empleo a alguien.
Con la imposibilidad crecen nuevas generaciones sedientas de éxito y que anhelan educación, que podrían aprender, que podrían ser honestos porque nunca antes han conocido las mieles de la riqueza y de la avaricia como muchos otros cuyos apellidos pesan y hacen mella de una sociedad que pide a gritos libertad y que tiene ganas, sobre todo, de igualdad. Igualdad que piden aquí, antes de irse allá.

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